martes, 18 de marzo de 2008

¿Y por qué?

Y estas serán mis últimas palabras. Sucias. Exhaladas con el suspiro perdido de aquellas personas abocadas al abismo del olvido. Palabras voluptuosas que tras sibilar entre mis dientes, se escapan y surcan el aire impoluto de mi habitación a oscuras.

Porque allá fuera, la oscuridad, ansiada por cada partícula de mi cuerpo. Deseo que todas esas promesas de días venideros se hagan realidad cuando más lo necesito, en este preciso momento. No mañana, ni dentro de un año. Ahora mismo. Porque mi alma, amortajada en su pena, acomodada en el ataúd de la desesperación y frustrada por todo aquello que la rodea, grita con mefistofélico silencio: ¡Libertad! ¡Abandono! ¡Felicidad! ¡Desesperación!

Y esas palabras chocan contra las paredes de mi cuerpo provocando hondas heridas, heridas que no se pueden curar en el día a día, ese tipo de heridas que te persiguen durante toda tu vida, que surgen en el momento menos pensado, te invaden y se apoderan de ti, resquebrajando tu voluntad, fragmentando todas y cada una de tus ilusiones y dejándote inválido incluso para levantar un dedo en señal de protesta.

Porque todo lo que ansío ya no existe, porque todo lo que espero ya pasó. Porque mi tormento es un pasado, un ayer, una historia común ajada por el egoísmo y el amor. Un sueño olvidado entre promesas de libidinosa voluptuosidad. Unos recuerdos que se extravían entre las nubes del amor.

Y me pierdo entre el sentido y el significado. El hombre es demasiado complejo para que el lenguaje pueda describirlo. El sentido no limita nada. Todo es significado.

Porque me rendiré. Dejaré que todo esto siga siendo como es. Porque ¿qué puedo hacer yo? Intenté olvidar todo lo que fue, pero no fui capaz. Aún espero una señal, una mirada. Aún espero esa palabra. Pero a cada segundo que pasa estoy más convencido que no llegará.

Y son todo palabras. Fáciles de pronunciar, difíciles de sentir. Cuando uno se siente golpeado por el significado de una palabra, justo cuando eso sucede, su lengua se olvida de cómo se pronuncia.

Porque la ventana está abierta y la suave brisa de la noche me susurra palabras conmovedoras.

Y es difícil articular los sentimientos y exhibirlos. A todos nos duelen, pero ninguno de nosotros lo refleja. Podemos ver a una persona llorar, pero cuando alguien nos abre su mundo y nos lo significa con palabras, nos sentimos incómodos. No somos capaces de soportar todo ese caudal de sensaciones.

Porque es la solución más fácil.

Y no puedo volver a empezar. Porque ya estoy de pie. Y camino hacia la ventana. Porque ya apoyo el pie sobre el alféizar. Y me alzo lentamente sobre él. Porque no veo nada. Y no siento miedo. Porque todo se ha acabado. Y…salto.

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